Todo lo que en el fondo sabía a verdad, era mentira: las cosas mundanas, los significados, todos somos todo en la medida de lo posible, pensó.
Eso había escrito cuando llegó de comer una de las más grasosas hamburguesas del centro, con todas las malditas salsas habidas y por haber. Lo había escrito sin pensarlo, no se daba una explicación, no quiso saber más. Luego, quitó la hoja de la máquina.
He subido al micro; todo es tan banal y sólo tengo tres soles en el bolsillo, mis zapatos están llenos de mierda y llenos de vida, mis ojos están rojos-amarillo, a fuera todo se mueve. Ya estamos en el mercado mayorista, un olor nauseabundo lo anuncia, un olor que sería una paleta de olores, una cuenta gotas en plena pantalla plásmica, juntas este con ese y sale aquel: nada. Las mujeres son feas, quizás más feas que los hombres, todo es un solo cuadro, una pincelada inmensa, un vaivén de vidas, miles de filosofías, miles de historias, quizá algo en común, ¿quizá?; y aquí adentro qué, aquí nada funciona, somos unos entes estáticos, una suma de fuerzas nulas, mis ojos se mueven, se agigantan entre sí al no verse, afuera se mueven las cosas, esas masas informes y de pronto una silla se despatarra y la vieja otrora sentada se descula, se casi mata, se casi muere, y da un repertorio de lisuras, todo eso nos deja atrás, todo eso avanza, se va, se queda, los ojos se pierden, lo de adentro quizá funciona.
He comprado un libro, era lo único que tenía: hoy no comeré, no, y no subiré a ningún micro, a nada, el libro se llama… y será el primero que leeré después de toda esta intentona de vivir, esta suerte o azar o… esto a lo que yo llamo no vivir, a lo que los demás podrían llamar indigencia, ¡no!, es mentira, todo eso es mentira y diría sí, estoy loco, pero sé bien los conceptos que manejan los de afuera, los del otro lado; solo estoy triste y desesperado, aturdido, no lo sé, este libro yo no lo quiero, yo no lo quiero, tengo hambre, qué hago, nadie me lo re-comprará, ¿si pido limosna o robo algo para comer?, para seguir un día más, eso solo es un decir, es solo una estupidez, no puedo morir por no comer un solo día, no, eso no se puede, pero sí lo quisiera, quisiera morir, morir y ver cosas nuevas, quizá a Virgilio, o Dante.
He leído el libro, pude comer, estoy bien, no todo estaba perdido, no todo se venía abajo, siempre la luz al final del túnel, siempre, eso es para todos, hasta para mí. Este libro habla de un tal Max o de un tal Bartleby o de alguien así, de alguien parecido a mí, de alguien que la confabulación de los universos ha dejado solo.
Y de pronto, todo otra vez, porque si no escribiera, qué haría a parte de caminar y dormir. La gente pasa y me mira, la gente, eso que llaman gente, qué es realmente, se mueven como hormigas con un rumbo fijo, títeres, unos hilos invisibles los atormentan, los hacen mover un pie, una mano, los obliga a decir te amo, a decir te odio, que detrás de todo lo verdadero la vida empieza; lo que para mí es muerte, para ellos es vida, por qué nadie aparte del tipo que me deja dinero se me acerca, será ese tipo el peor de todos ellos, que al mitigar mi hambre con unos cuantos soles me hace vivir-sufrir mil días más… quién de ellos será.
Maxly ha pedido ron, pero no quiere trabajar, eso es la locura, no debo fiarme de este libro, afuera cantan unas aves, afuera es el tiempo enmarañado con lo absurdo, lo absurdo, lo absurdo es la verdad para los de adentro, todo es todo, he descubierto el origen de las cosas, la eternidad: una suma de eternidades, la vida: una suma de vidas, todo: una suma de todos, y yo, qué soy, una suma de hombres como yo, una suma de yos. Todo parece tan fácil. Debo dormir, ¿es de noche o de día?, todo pasa sin dejarme, todo este cielo-infierno en el que estoy atrapado, adentro yos, afueras qué.
Se abre la figura de la cuidad, la calle decorada de autos, todos los sonidos son imperceptibles, las hojas escritas a máquina están debajo de donde duerme, nadie sabrá nunca qué escribió, nadie sabrá que un indigente se pasa los días creando historias, o inventando su propia vida diaria, será él la razón, no, cada uno de nosotros somos nuestra propia razón.